¿Podrá la tecnología móvil ayudar al mundo a recobrarse de la Covid-19 y acelerar el desarrollo sostenible?

La sesión de la Asamblea General de la ONU celebrada en setiembre ha sido distinta a todas las que se habían realizado durante los 75 años de existencia de la organización. En esa primera “sesión virtual”, los dirigentes mundiales se han quedado en casa y han pronunciado discursos pregrabados ante un hemiciclo de la Asamblea General prácticamente vacío. Pero, a pesar del silencio en los pasillos, se ha seguido un programa completo; es más, los 17 objetivos de desarrollo sostenible (conocidos por las siglas inglesas SDG) se han mantenido como prioridad.
A principios de 2021, el Secretario General de la ONU anunció una “Década de Acción”. Si bien se habían realizado progresos significativos desde que en 2015 los líderes mundiales acordaron los SDG, los gobiernos y la comunidad internacional reconocieron que el mundo no estaba en vías de alcanzar los Objetivos para 2030. La reducción de la pobreza se ralentizaba, el número de personas que padecían hambre aumentaba, el cambio climático se producía mucho más rápido de lo previsto y la desigualdad seguía aumentando dentro de los países y entre ellos.
Posteriormente, la pandemia de la Covid-19 ha desencadenado una crisis de desarrollo económico y humano. Aparte de provocar más de un millón de muertes, sus repercusiones económicas y sociales han sido devastadoras. A corto plazo, se prevé que el PIB mundial disminuya en un 4,9% en 2020 –la mayor contracción desde la Gran Depresión– y que más del 90% de la población estudiantil de todo el mundo se vea privada en algún momento de asistir a clase. Las Naciones Unidas prevén que más de 70 millones de personas volverán a caer en la pobreza extrema para finales de año, en el primer aumento de la pobreza mundial en más de dos décadas.
Tecnología móvil y desarrollo sostenible
En estos tiempos sin precedentes, la GSMA ha publicado su quinto Informe anual sobre el impacto de los SDG sobre la industria de tecnología móvil, que muestra que 2019 ha sido el año en el que la contribución de dicha industria ha tenido un mayor impacto en la consecución de los SDG. Son muchas las personas que estarán familiarizadas con las cifras de conectividad destacadas en el informe: 5.100 millones de personas (dos tercios de la población mundial) utilizan un teléfono móvil y 3.800 millones de personas (casi la mitad de la población mundial) utilizan Internet móvil. Lo que tal vez no se conozca tanto es el uso que se da a dichos teléfonos.
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Algunas de las actividades más populares no sorprenderán a nadie, a saber, la mensajería instantánea, las redes sociales, la lectura de noticias y el visionado de vídeos. Pero en los últimos años ha habido un notable incremento en el uso de otros servicios (véase el gráfico de la izquierda, haga clic para ampliarlo). Más de 2.000 millones de personas ya han utilizado los servicios financieros móviles, han adquirido productos en línea, o han accedido a información educativa para ellos mismos o para sus hijos. Más de 1.500 millones de personas han usado el dispositivo para mejorar o controlar su propia salud, o para buscar y solicitar un empleo.
Los beneficios de proporcionar conexión a las personas y hacer posibles este tipo de servicios son evidentes.
Desde 2015, el incremento en la adopción de la tecnología móvil ha impulsado un aumento del PIB mundial de 360.000 millones de dólares (más de 300.000 millones de euros), lo que supone un 4% del crecimiento económico, y ha proporcionado empleo a cinco millones de personas (la industria sostiene en la actualidad 30 millones de puestos de trabajo en todo el mundo). La tecnología móvil impulsa una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que es 10 veces mayor que el carbono generado por la industria. Y un estudio reciente de la GSMA y el Banco Mundial muestra que la tecnología móvil puede reducir la pobreza. En un plano más personal, la mayoría de los propietarios de móviles creen que su dispositivo les ayuda en su trabajo diario y en sus estudios, y les hace sentir más seguros.
Es probable que dicha tendencia se haya intensificado desde el inicio de la pandemia de Covid-19, ya que los servicios digitales favorecen el cumplimiento de las normas de aislamiento y distanciamiento físico, así como la reducción de la tasa de transmisión del virus. Pero, si bien la conectividad ha proporcionado a las personas un salvavidas durante los últimos nueve meses, el Covid-19 también ha reforzado los efectos de la brecha digital, ya que los que no están conectados –que tienden a ser más pobres y a tener niveles de educación más bajos– hallan mayores dificultades para mitigar las perturbaciones económicas y sociales en sus vidas. Si no se realiza un mayor esfuerzo por conectar a los desconectados y aumentar el uso de los servicios que mejoran la vida, o en muchos casos la salvan, el mundo no podrá cumplir los ambiciosos objetivos que se ha fijado para los próximos diez años.
Conectemos a la otra mitad
Por consiguiente, el objetivo de lograr el acceso universal a Internet es más importante que nunca. Para ello habrá que abordar dos “lagunas” de conectividad que se destacan en el reciente informe State of Mobile Internet Connectivity 2020: la “brecha de cobertura” (los que viven en zonas a donde no llegan las redes de banda ancha móvil) y la “brecha de uso” (los que sí tienen una red a su alcance, pero no usan Internet móvil).
La brecha de cobertura se sitúa actualmente en poco menos de 600 millones de personas (el 7% de la población mundial), tras el despliegue continuado de redes en Asia meridional y África subsahariana. Sin embargo, la brecha de uso se sitúa en 3.400 millones de personas, es decir, seis veces más que la brecha de cobertura. Existen muchos motivos por los que las personas no se conectan y, por fortuna, se han producido avances frente a varios obstáculos que dificultaban la adopción de Internet móvil. Los adultos de los países con ingresos bajos y medianos son cada vez más conscientes de su existencia y de la importancia que tiene en su vida. Tanto los dispositivos móviles como los datos son cada vez más asequibles, sobre todo tras el lanzamiento de los nuevos “teléfonos básicos inteligentes”, cuyo precio oscila entre 10 y 20 dólares (aproximadamente 8,5-17 euros), y de smartphones más baratos. No obstante, persisten barreras derivadas del grado de alfabetización y aptitudes, los problemas de asequibilidad aún son importantes para los más pobres de la sociedad, y también crecen los temores en torno a la seguridad de la conexión.
Solo se puede hacer frente a todos esos obstáculos mediante un esfuerzo colectivo, y las medidas necesarias no afectan tan solo a la industria de telefonía móvil, sino también a los gobiernos, el sector digital local, las empresas de Internet de rango mundial, la sociedad civil y la comunidad internacional de desarrollo. Los retos de la Covid-19 han dado lugar a una mayor colaboración entre dichos actores, que deberá continuar durante el próximo decenio y más adelante. Por fortuna, ahora es posible aprovechar dicha cooperación mediante la aplicación continuada de iniciativas innovadoras y específicas que contribuyan a colmar la brecha digital.
– Kalvin Bahia, Economista, GSMA Intelligence
Las opiniones editoriales expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de la GSMA, sus Miembros o Miembros Asociados.

[1] https://www.mobileworldlive.com/wp-content/uploads/2020/10/photo.png

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